Los vikingos eran un pueblo teutón que se estableció en Escandinavia entre finales del siglo VIII y mediados del XI. La mitología vikinga es mitología escandinava y esta, a su vez, la versión mejor conservada de la mitología teutónica.
Fuente: MailxMail
La mitología vikinga incluye un complicado mito de la creación, además de una descripción muy grafica del final del mundo en el Ragnarok o crepúsculo de los dioses.
Los asaltos vikingos irrumpieron en el escenario histórico a fines del siglo VIII: los fieros guerreros marinos salieron de su territorio escandinavo en busca de pillaje y saqueo.
Al lugar que fueran los vikingos fueran, el terror iba con ellos. No es claro el origen de la palabra “vikingo”, pero se piensa que “vik” significa “bahía” o “fiordo”, y que “iviking” significaba “renunciar al fiordo de origen y salir a otro territorio en busca de acción”. Estos aventureros eran campesinos de origen, que complementaban su ingreso con saqueos ocasionales, aunque algunos eran guerreros profesionales, entrenados para permanecer largas temporadas en el exterior.
La mística de la espada
El conocido casco con cuernos convirtió a los vikingos en un estereotipo, sin embargo, los profesionales de la arqueología no han encontrado cascos exactos de esa forma. Aunque las figuras cornadas aparecen en el arte vikingo, parece ser que tenían significado religioso. Los cascos de metal eran más bien escasos; los que se conservan son redondos o cónicos, cuyas viseras les confieren un siniestro aspecto de máscaras. Las camisas de malla de anillos de hierro entrelazados daban protección a ciertos guerreros, aunque eran más comunes los chalecos de correas de cuero.
El arsenal vikingo incluía arcos y flechas, lanzas y escudos redondos, pero poseía mayor sentido místico la espada del guerrero. Era ésta un arma pesada, con la que se atacaba en abanico, con el filo hacia fuera. También usaban hachas.
Cosmogonía vikinga
Según los libros sagrados llamados Eddas hubo un tiempo en el que no había cielo ni tierra, sino solamente un abismo insondable y un mundo de brumas en el que fluía una fuente.
De esta fuente partían doce ríos que se iban congelando según se alejaban de ella y que, capa tras capa de hielo, fueron llenando el abismo.
Al sur de este mundo de brumas estaba el mundo de la luz. Desde allí partió un viento cálido que sopló sobre el hielo y lo derritió.
El aire se llenó de vapor que formó las nubes de las que nació Ymir, el gigante de las heladas y su progenie. También estaba la vaca Audhumbla de cuya leche se alimentaba el gigante.
La vaca se alimentaba, a su vez, lamiendo la escarcha y la sal del hielo. Un día, al lamer los terrones de sal, apareció la cabellera de un hombre; el segundo día, toda la cabeza y el tercero, un cuerpo bello, ágil y poderoso. Este nuevo ser era un dios cuya hija, de la raza de los gigantes, traería al mundo a los tres hermanos Odín, Vili y Ve. Ellos mataron al gigante Ymir y con su cuerpo formaron la tierra; con su sangre hicieron el mar; con sus huesos, las montañas; con su cabello, los árboles; con su cráneo, el cielo y de sus sesos hicieron nubes cargadas de granizo y nieve.
De los párpados de Ymir los dioses hicieron Midgard (la tierra media), destinada a que la habitara el ser humano. Entonces Odín ordenó las estaciones y los períodos del día y la noche, colocando en el cielo el sol y la luna y señalando sus respectivos caminos. Pero también los dioses hicieron a los hombres y para ello tomaron un fresno y con él hicieron un hombre al que llamaron Aske, luego tomaron un aliso y de él hicieron una mujer a la que pusieron Embla.
Odín les dio la vida y el alma; Vili, la razón y el movimiento y Ve le dotó de sentidos, expresión y habla. Se les entregó Midgard como morada y allí se convirtieron en los progenitores de la raza humana.
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