Empecemos diciendo que el ego es nuestra careta con la cual nos damos a conocer.
Fuente: mindalia.com por Isabel Cristina Sanchez
Es nuestra personalidad. Es todo lo que estamos mostrando a los demás. Si pudiéramos hacer una metáfora acerca del ego, diríamos que somos los actores de una obra de teatro. Nuestro papel es lo que representamos en este momento. Sí hemos decidido hacernos arquitectos, maestros, políticos, artistas. En fin, cualquier oficio o profesión, que hayamos elegido, para representar nuestra máscara social, nos representa como actores de esa gran obra llamada vida física.
Podemos ser multifacéticos, en el desempeño de las diferentes representaciones sociales que hemos elegido desarrollar. Pensemos en lo simple que es esto. Tú eres hijo o hija, sin embargo, puedes ser madre, padre, esposo, esposa, médico, paciente. Todo depende de la circunstancia donde nos encontremos.
Cuando dejamos a un lado esa máscara social y actuamos desde una realidad sin tiempo, entonces estamos siendo espíritus sin memoria y sin tiempo.
El ego o personalidad es el pasado, es la memoria, es lo que conocemos como tiempo. Por decirlo de otra manera, es lo que continuamente le está recordando al ego, de que en el momento de mirar más allá de lo que creemos que es, ya no existe como ego o personalidad.
Desde esa visión ya no existe el tiempo, por lo que experimentamos lo que realmente somos, espíritus o chispas divinas sin tiempo.
La energía y la información forman parte integral de la misma inteligencia, manifestándose constante y continuamente en cada ciclo de vida y muerte. Así se recrea el espíritu y cumple su evolución en proceso ascendente.