Observando el paisaje humano que nos rodea, en el transporte público, en las calles, en los cafés, vemos a la mayoría de las caras mirando las pantallas de sus celulares, personas que parecemos estar ausentes de la vida real, viendo y buscando cosas o compartiendo con personas que están fuera de este “aquí y ahora”.
Fuente:actualidad.rt.com Oleg Yasinsky
Los que viven en el campo conocen un objeto simple de cuero, llamado normalmente antojera, que se usa para ponerle a los caballos en los ojos e impedir que miren a los lados y no se asusten, no se distraigan, no se desvíen o qué sé yo. Es una prótesis para que anden tranquilos en la dirección que el jinete ordena.
Observando el paisaje humano que nos rodea, en el transporte público, en las calles, en los cafés, vemos a la mayoría de las caras mirando las pantallas de sus celulares, personas que parecemos estar ausentes de la vida real, viendo y buscando cosas o compartiendo con personas que están fuera de este “aquí y ahora”.
Estamos aprendiendo a no mirar y a no sentir el mundo alrededor, construimos nuestras permanentes ausencias siempre disfrazadas de una conexión con todo el mundo. Y, obviamente, no se trata solo de un estado mental, nuestro cuerpo siempre acompaña a nuestra mente, y viceversa.
Una postura antinatural del cuello, de los hombros, de la espalda, de los dedos y las manos que desaprenden a tocar el mundo o a verter nuestras ideas en complejas líneas de la punta del lápiz hacia el papel, también cambian nuestra percepción de la realidad. La cultura occidental jugó mucho con la idea de que somos solo nuestra mente y que es una sustancia separable del cuerpo. No lo sé. Pero siento que también somos nuestras percepciones, sensaciones, mariposas en el estómago y escalofríos en la espalda, cosas que podemos vivir solo a través de nuestro cuerpo. A través del cuerpo no solo actuamos, sino también sentimos y pensamos el mundo. Entonces el cuerpo es un elemento político e ideológico de nuestro ser, y si es anulado, se anula una importante parte de nuestro pensamiento. El cuerpo es nuestro territorio invadido por el sistema, que nos lo quiere quitar.
En el planeta Tierra de nuestros tiempos, profundamente transformado por el sistema neoliberal que controla al principal guardián del poder: la imagen, miles de millones de pantallas de todos los tamaños, en los cinco continentes, las 24 horas al día, reproducen el mensaje del sistema en todos los idiomas, para todos los gustos y todos los bolsillos. Una parte del plan para el dominio de la humanidad es reemplazar nuestra relación con el mundo y los seres humanos que nos rodean, por la adicción a un rectángulo de retina, que aparte de aislarnos del mundo exterior también nos aísla de nuestro cuerpo y de sus expresiones más naturales.